Platicaba hace poco con Romain, un chico francés que está haciendo prácticas profesionales en nuestro país, y me comentaba que, dos años después de que Jaques Chirac fuera electo presidente, convocó a elecciones legislativas y, por primera vez en la historia, el partido del presidente perdió el control de las cámaras.
Este fenómeno es conocido en ciencia política como la “enfermedad americana” o gobierno dividido: el presidente pertenece a un partido político, mientras que el congreso está dominado por un partido diferente. En Estados Unidos, este fenómeno es común, es parte de la vida democrática y es perfectamente normal, no provoca parálisis legislativa, ingobernabilidad, o inestabilidad.
¿Pero en qué país crees que vivimos, caray? Ciertamente, no en uno en el que la democracia se entienda como algo más que el voto, el IFE o el divorcio –más que división-, de poderes.
Desde el sexenio salinista, ningún presidente ha tenido control del congreso mexicano. Sin embargo, este fenómeno se ha tornado, especialmente en el sexenio de Fox, en el SIDA de la vida política mexicana, más que en una oportunidad de abrirse al diálogo y a la negociación. Fox no ha podido hacer nada porque no ha podido ni ha sabido negociar con el congreso. Y francamente, es improbable que la tendencia se revierta y que el presidente a partir del 2006 tenga una mayoría en el congreso que le permita impulsar cualquiera de las reformas pendientes (laboral, energética, fiscal, y un largo etcétera).
El decálogo de emergencia que Fox anunció esta semana en materia energética sólo nos demuestra la poca disposición que existe en el congreso y desde los partidos de negociar. Como expresa La Jornada, las bancadas del PRI, PRD y PT han rechazado rotundamente cualquier iniciativa para abrir el sector energético, aun antes de conocerla.
En su columna del día de ayer en El Universal, Leonardo Curzio sentenciaba: “Este país se mueve más por sentimientos que por ideas”. En efecto: parece que los dogmas que le dan sentido a la nación son la Virgen de Guadalupe y el 27 Constitucional; y por supuesto que nuestros políticos no quieren la apertura del sector a ningún costo. Es como mentarle la madre al “masiosare”.
¿El interés de quién defenderán esos “extraños enemigos” del presidente?
Este fenómeno es conocido en ciencia política como la “enfermedad americana” o gobierno dividido: el presidente pertenece a un partido político, mientras que el congreso está dominado por un partido diferente. En Estados Unidos, este fenómeno es común, es parte de la vida democrática y es perfectamente normal, no provoca parálisis legislativa, ingobernabilidad, o inestabilidad.
¿Pero en qué país crees que vivimos, caray? Ciertamente, no en uno en el que la democracia se entienda como algo más que el voto, el IFE o el divorcio –más que división-, de poderes.
Desde el sexenio salinista, ningún presidente ha tenido control del congreso mexicano. Sin embargo, este fenómeno se ha tornado, especialmente en el sexenio de Fox, en el SIDA de la vida política mexicana, más que en una oportunidad de abrirse al diálogo y a la negociación. Fox no ha podido hacer nada porque no ha podido ni ha sabido negociar con el congreso. Y francamente, es improbable que la tendencia se revierta y que el presidente a partir del 2006 tenga una mayoría en el congreso que le permita impulsar cualquiera de las reformas pendientes (laboral, energética, fiscal, y un largo etcétera).
El decálogo de emergencia que Fox anunció esta semana en materia energética sólo nos demuestra la poca disposición que existe en el congreso y desde los partidos de negociar. Como expresa La Jornada, las bancadas del PRI, PRD y PT han rechazado rotundamente cualquier iniciativa para abrir el sector energético, aun antes de conocerla.
En su columna del día de ayer en El Universal, Leonardo Curzio sentenciaba: “Este país se mueve más por sentimientos que por ideas”. En efecto: parece que los dogmas que le dan sentido a la nación son la Virgen de Guadalupe y el 27 Constitucional; y por supuesto que nuestros políticos no quieren la apertura del sector a ningún costo. Es como mentarle la madre al “masiosare”.
¿El interés de quién defenderán esos “extraños enemigos” del presidente?
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