miércoles, 21 de septiembre de 2005

Perro no come perro


Para el Marxismo ortodoxo, era necesario que el proletariado tuviera conciencia de clase, para poder organizarse en torno al Partido Comunista, llevar a cabo la revolución e instaurar la Dictadura del Proletariado.
El revisionismo se detuvo con mucha atención en la idea de conciencia de clase. Lennin nos dirá que no es necesario que todos la tengan: la vanguardia del partido puede encargarse de conducir amablemente a las masas hacia la libertad y la revolución. El resultado fue la masacre Stalinista.
Antonio Gramsci fue más sensato: no sólo el proletariado tiene conciencia de clase, también la clase burguesa la posee. Y no toda la clase burguesa: una pequeña parte de ella, el Bloque Histórico, es quien la tiene. En ese sentido, tener conciencia de clase equivale a decir en un lenguaje simple y llano: tener instinto de supervivencia. El Bloque Histórico es esa pequeña parte de la elite que sabe que debe hacer lo necesario para su propia supervivencia.
La clase política en México parece carecer de conciencia de clase. No sabe lo que necesita para su propia supervivencia. Parece no darse cuenta de que necesita respetar a las instituciones, necesita abrirse al diálogo, y necesita una visión de largo aliento para lograrlo. Debería darse cuenta de que perro no come perro: la denuncia del Senado en contra de la administración del GDF –liderado primero por AMLO y luego por Encinas- fue unánime, ni siquiera en su partido, el PRD, pueden reconocer que la administración del precandidato tabasqueño no fue desastrosa; la debacle priísta ante el regreso de la maestra Elba Esther Gordillo está fracturando al partido y añadiendo gran incertidumbre al clima preelectoral; en el PAN se van “contra la yugular” entre los precandidatos a la presidencia, pero se palmean las espaldas y hasta se echan porras ante una posible alianza con La Maestra.
Pensándolo bien, estoy equivocada: saben perfectamente que perro no come perro, que pueden pisotearse y destrozarse unos a otros y que no pasa nada, mientras el juego siga estando entre ellos. Probablemente por eso, Jorge G. Castañeda no prosperó en su intento de postular una candidatura ciudadana. Ignora las reglas del juego político y de una elite más ocupada en sus propias grillas que en proponer una alternativa viable para el país.

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