viernes, 30 de junio de 2006

Transición a la mexicana: mañana

Es innegable que el sistema político no va a cambiar: la tradición política, cultural e institucional hacen prácticamente imposible pensar en el cambio a un sistema parlamentario. También resulta difícil creer que el sistema de partidos podría modificarse: es claro que a pesar de la relativa facilidad con la que puede crearse un nuevo partido, éste desaparecerá invariablemente. Quizá se deba a que, pese a que tenemos una sociedad fragmentada y diversa, la realidad ideológica sólo se expresa en dos sentidos: izquierda y derecha. Por otra parte, es obvio también que la disciplina partidista hará muy difíciles las negociaciones entre los distintos sectores de la elite. De tal suerte, crear mayorías, institucionales o no, se complica infinitamente.
El cambio que podríamos desear para mañana vendría al sistema electoral. Es evidente que el modelo mixto, más que intentar conjugar las ventajas de ambos modelos dentro del Congreso, lo que ha llevado es a una parálisis. No importa cuántas cifras de iniciativas aprobadas se nos muestren, la realidad es que las reformas económicas y sociales sustantivas han quedado trabadas en el Congreso, sea por la incapacidad de negociación del ejecutivo, o bien en razón de la radicalización de los partidos y su interés en la siguiente elección –federal, local, legislativa, presidencial, ejecutiva local, la que sea-. La construcción de mayorías para realizar los cambios de fondo que requiere el país necesariamente pasan por el diseño del sistema electoral, y tiene bien poco que ver con cuestiones de legitimidad o transparencia. Es una cuestión de decisiones de Estado, y la evidencia señala que ningún actor político está dispuesto o en capacidad de tomarlas.

Transición a la mexicana: hoy

El día de hoy, pese a que hay un órgano ‘independiente’ que se encarga de la celebración de elecciones, pese a que hay cierta libertad de prensa y competencia de partidos, el panorama no ha cambiado mucho. El sistema político sigue siendo presidencial: por lo tanto, la cuestión de la construcción de mayorías –institucional o no- continúa, o debería continuar, presente en la agenda de los políticos; el sistema de partidos ha promovido la disciplina partidista férrea en todos ellos. Y sin embargo, mucho cambió. ¿Qué ocurrió? La clave del cambio está en el sistema electoral.
Una de las consecuencias de la reforma electoral de 1962-1963, que había abierto la posibilidad a los partidos de oposición para alcanzar curules en la Cámara Diputados, fue que había otorgado una mayor presencia y fuerza a la oposición, en especial al PAN. Sin embargo, el fraude cometido contra este partido fortaleció la postura de no presentar candidato presidencial en 1976, mientras que ese mismo año, la oposición de izquierda presentaba un candidato sin registro. De tal suerte, el dilema que se le presentaba al PRI era la cuestión de no contar con una oposición para legitimar el ejercicio electoral.
Junto con esta cuestión, se encontraba también el hecho de que las fuerzas de izquierda, tras el movimiento estudiantil de 1968, habían radicalizado sus posturas, generando inestabilidad. Esto llevó a la reforma política de 1977, con la cual se pretendía otorgar a las fuerzas de izquierda el ingreso a la vida institucional del país.
Esta reforma, según Alonso Lujambio, tuvo consecuencias positivas. Por una parte, obligaba al PRI a entablar el diálogo con las fuerzas opositoras, tanto de izquierda como de derecha. Este diálogo ocurrió en particular en la Cámara de Diputados, que a través de las fórmulas de diputados de partido daba un cierto poder de interlocución a los partidos opositores en una Cámara aún dominada por el PRI.
La ruptura del PRI en 1987 fue facilitada por la reforma de 1977, ya que al incluir a la izquierda en el juego institucional, permitió que el electorado tuviera más opciones ideológicas. Esto, de principio, representó una serie de ventajas para el PRI, como el hecho de que la oposición venía de polos tan opuestos del espectro ideológico que tendía a dividir el voto, además de que difícilmente se lograría un acuerdo para abstenerse de participar en las elecciones, lo que permitiría conservar una imagen democrática del sistema. Aunada a las secuelas de la reforma de 1962-1963, resultaron en el primer gobierno dividido en la historia posrevolucionaria, en donde la Cámara de Diputados estaba dividida sin que nadie tuviera la mayoría calificada. Dado que el programa político de Carlos Salinas de Gortari requería de reformas constitucionales, el partido se vio obligado, más que nunca, a negociar con las otras fuerzas políticas, concretamente con el PAN.
La última reforma que se hizo al sistema electoral fue la ‘definitiva’ de 1996, en la que: para la cámara baja se fijó el 2% de votos nacionales para que un partido accediera a los 200 escaños de representación proporcional; las fórmula de integración de la cámara fija como tope un máximo de 300 escaños para el parido mayoritario, pero se hace prácticamente imposible que un partido alcance una mayoría calificada, lo que le impide hacer modificaciones a la Constitución; por otra parte, un partido no podrá contar con una cantidad de escaños superior al 8% de la votación nacional que haya recibido; finalmente, el senado contará con 128 escaños, de los cuales, 32 serán electos por representación proporcional a través de una lista única.
¿Qué ilustra esta diatriba de reformas? Que el sistema electoral fue moldeado por el sistema de partidos. Que fue hecho a la medida de las necesidades de los actores que participaban en él. Y, en cualquier sistema político, la vía suele ser inversa: el sistema electoral moldea el sistema de partidos.
Por si fuera poco, se ha creado un circulo vicioso entre el sistema electoral y los partidos. Veamos:
De acuerdo con Arendt Lijphart existen dos modelos de sistemas electorales. El primero es el mayoritario, y suele tener como características principales: un régimen de estado unitario y unicameral y un sistema electoral de mayoría (del tipo ‘winner-takes-all’), mismo que tiende a producir sistemas de partidos bipartidistas. Por otra parte, el modelo consensual es característico de regímenes federales, presidenciales, bicamerales y un sistema electoral de representación proporcional, que produce sistemas multipartidistas.
En México, podemos decir que contamos con un diseño constitucional mixto, ya que presenta características de ambos modelos a distintos niveles. Por un lado, puede considerarse que el modelo mayoritario aparece por el unicameralismo en el nivel estatal; además, por el sistema electoral mayoritario que existe para elegir a los cuerpos colegiados, desde los cabildos hasta las Cámaras del Congreso. Elementos del modelo consensual aparecen en el régimen presidencial, en el bicameralismo y en el federalismo.
De acuerdo con el ya citado Lujambio, desde los años de 1950, la preeminencia del elemento electoral de carácter mayoritario, más la concentración de poder en la presidencia de la República, pervirtieron los mecanismos consensuales del diseño constitucional original, llevando a un sistema hipermayoritario. Con las reformas electorales de 1962-1963 y 1977, se abrió la posibilidad de reforzar el carácter consensual de las asambleas locales y federales, y la posibilidad real de la oposición de acceder a gubernaturas, municipalidades e incluso a la presidencia, lo que, podría pensarse, ha llevado al México de ayer desde un sistema mayoritario-autoritario a uno de carácter consensual-democrático.
En realidad, parece que el diseño institucional consistió en hacer el pastel más grande, en vez de repartir pedazos menos pírricos. De esta manera, los legisladores electos por representación proporcional están al servicio de sus partidos, no de los electores. Mientras, los que en efecto contienden en las elecciones, se avientan 'el torito' porque ya tienen seguro el triunfo -pregunten a Döring si no. Entonces el sistema se ha pervertido: ningún partido quiere aventarse otra reforma porque en definitiva significará ceder espacios de poder, y aunque ustedes salgan a votar este domingo, así voten por Patricia Mercado, no estarán contribuyendo a que algo cambie en el sistema político. Ese espacio, me parece, no depende de nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes...

jueves, 29 de junio de 2006

Transición a la mexicana: ayer

El análisis comparativo más básico que puede hacerse entre el México de ayer, dominado por un partido hegemónico, y el México ‘democrático’ o 'en transición' o en 'consolidación' de hoy, necesariamente debe partir de la base de que el sistema político es de tipo presidencial. La Constitución habla de un arreglo institucional del Estado con base en una división tripartita del poder; la línea divisoria entre el sistema presidencial y el presidencialismo mexicano radica en la capacidad del ejecutivo para ejercer los poderes que le son facultad.
En principio, en virtud del artículo 49 Constitucional, el poder del estado está dividido en tres brazos –ejecutivo, legislativo y judicial–, y en teoría, las facultades de cada uno de ellos están claramente divididas y diferenciadas. Por ello, aunque constitucionalmente el ejecutivo tiene facultad de iniciativa legislativa, requiere de amplias mayorías para transformar dichas iniciativas en prácticas de política pública, lo que -siempre en la teoría- le obligaría a buscar consensos dentro del Legislativo para poder llevar a cabo su plan de gobierno.
La Constitución por sí misma no atribuía, ni atribuye, todo el poder al ejecutivo, y se hacía necesario entonces recurrir a otro tipo de factores, esencialmente a arreglos institucionales dentro de la elite gobernante, para poder entender cómo es que el presidente tenía tal capacidad de acción dentro del presidencialismo mexicano. Uno de esos factores es, por ejemplo, el hecho de que a partir de la presidencia de Cárdenas, el liderazgo del partido en el poder y la presidencia se concentraban en la misma persona, lo que le convertía en el árbitro último de las negociaciones entre el gobierno y los sectores representados en el partido.
Esto significa que, además de sus facultades constitucionales, dependía de la capacidad de cada presidente el poder que ejercía sobre la nación. Por ejemplo, la presidencia de Miguel Alemán y su impulso a la industria y la inversión en infraestructura contrastan con la de Manuel Ávila Camacho, quien dedicó buena parte de sus esfuerzos a obras de irrigación, o bien con Luis Echeverría, que se avocó a la promoción internacional.
Un ingrediente más del arreglo institucional de ayer es la no reelección legislativa. Ésta creaba una relación de dependencia entre el legislador y el presidente/líder de partido, anulando la relación que pudiera existir entre aquél y el electorado. La no reelección legislativa fue una reforma pensada y promovida por Plutarco Elías Calles para permitir que el poder ‘circulase’ dentro del partido: implicaba que las distintas facciones aglutinadas dentro del mismo iban a tener la oportunidad de acceder a asientos en la Cámara y eventualmente ascender en su carrera política. Esta reforma en 1933 implicaba que el Congreso estaría controlado de facto por la diligencia del partido, que podía o no estar en acuerdo con el presidente, como ocurrió en los periodos anteriores a la presidencia de Lázaro Cárdenas.
Sin embargo, cuando Cárdenas dio fin al Maximato con el exilio de Calles, la cabeza del partido quedó en manos del presidente, lo que convertiría al ejecutivo en el mediador entre el gobierno y los distintos sectores del PRI, a través de la designación de los candidatos a todos los puestos en el Congreso. Esto significó que el poder de mediación e incluso de determinar el futuro de los políticos dependía del presidente. Junto con ello, la facultad de facto de designar al sucesor, convirtieron al Congreso en un mecanismo de control del presidente frente a los sectores aglutinados en el PRI.
Este tipo de arreglo permitió la formación de gobiernos unificados. Éstos facilitan la concentración de poder del presidente, ya que al tener la mayoría en ambas Cámaras, podía impulsar las reformas necesarias, o bien producir la legislación conveniente, para poder llevar a la práctica las políticas que definirían su gobierno, virtualmente sin oposición alguna.
Junto con el gobierno unificado, se debe anotar que una condición indispensable es el hecho de que existía una disciplina de partido, de manera que los mandatos del presidente al Congreso, como es una reforma constitucional o la destitución de un gobernador, eran acatados con celeridad. Al ser el presidente el jefe del partido, la disciplina partidista se volvió una pieza fundamental que permitió al gobierno de un partido que gana mayorías aplastantes en las Cámaras, el mover e impulsar su legislación para cumplir con su programa de gobierno.

miércoles, 28 de junio de 2006

¿Qué es una transición?

Muchas son las teorías que, en años recientes, la ciencia política ha intentado articular para explicar los procesos de transición a la democracia en el mundo. Podemos citar a Rustow, pionero en la materia, quien destacó el hecho de que una transición a la democracia se da en la arena de lo político, por lo que los actores políticos juegan el rol fundamental en las negociaciones, las cuales siempre están enfocadas a esa arena, en cuanto a normas e instituciones jurídicas que regulen procesos electorales y definan las reglas del juego democrático.
Por su parte, Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter aportaron una definición que en lo general nos dice que una transición está delimitada por el inicio de un proceso de disolución, y por el establecimiento de otro régimen distinto. Además, indicaron que en los procesos de transición, las reglas del juego no están definidas, y todo el proceso gira en torno a la manera en la cual se van a definir los procedimientos y las reglas del juego político, los cuales son el fondo del asunto en una transición. Asimismo, indican que el deber de los líderes es convencer a la población de las ventajas de los valores y la vida democráticos, poniendo en perspectiva el hecho de que no son necesariamente la medicina milagrosa para problemas tales como el crecimiento económico.
Estos dos autores también indican que la mayoría de los procesos de transición van precedidos por un periodo de liberalización, en el que se extienden las libertades civiles dentro del régimen autoritario; mientras tanto, el reconocimiento de los logros políticos de la oposición y el establecimiento de un marco legal que permita llevar a cabo prácticas democráticas, caracterizan el periodo de democratización. Por otra parte, la consolidación de la democracia es el fin de un periodo de incertidumbre, porque las reglas del juego ya son claras. En una democracia consolidada, ninguna de las fuerzas o actores políticos considera que hay otra alternativa distinta de la democracia para llegar al poder.
Los enfoques tradicionales en la literatura de consolidación democrática, hacen énfasis en las instituciones reconocidas como democráticas, pero en ningún caso reflexionan acerca de las instituciones informales, cuyas prácticas están bien difundidas entre los países de América Latina, y las cuales, por su raíz histórica, se encuentran bien institucionalizadas. Un ejemplo de esto es el particularismo: la tendencia a borrar los límites entre las esferas pública y privada, lo cual puede dar lugar a prácticas como el nepotismo.
O’Donnell es quien ahonda más en el asunto de que, aunque en América Latina las instituciones existen, a veces no están dotadas de poder, por lo que se debilita la autoridad legal y se crean espacios propicios para la corrupción. Aunados al particularismo, estos dos problemas generan la tentación de regresar a prácticas autoritarias, o de favorecer a una elite o grupo.
Finalmente, O’Donnell nos dice que el ideal sería que las democracias nuevas se construyeran sobre la base de las instituciones y prácticas formales, y que la preocupación fundamental que debe centrar la atención de los estudiosos en el tema, es la cultura política de los pueblos, que carece, en muchos casos, de los referentes necesarios para institucionalizar la democracia.

lunes, 26 de junio de 2006

El cierre

Pide Felipe no rendirse ante El PejeEl día de ayer, y para no variar, me le 'atravecé' al cierre de campaña de Felipe Calderón y en verdad fue algo muy impresionante: al margen de que tardé 40 minutos en recorrer unos 10 kilómetros, fue interesante obervar que había todo tipo de gente caminando desde el Periférico hasta el Estadio Azteca. Desde gente verdaderamente humilde (señoras con larguísimas enaguas y rebozo), hasta chavos fresa, yuppies alternativos y familias de clase media.

Otra cosa muy notoria es que los camiones que se encargaron de atiborrar de gente el Estadio se estacionaron en los carriles centrales de Periférico, desde el Viaducto hasta poco más allá de Gran Sur, en ambos sentidos de esta avenida. De hecho, sin duda fue una decisión estratégica para dar una imagen de que el candidato del PAN lleva las de ganar.

Recuerdo esa frase memorable de aquella película igual de memorable, en boca del Coronel J. Doolittle es lapidaria: "la victoria pertenece a aquellos que creen en ella con más fervor y durante más tiempo" (mi traducción, con toda certeza, es pésima). Sin duda, mantener esa percepción en el público es fundamental para el equipo de Calderón, de ahí lo espectacular del evento de ayer.

En fin. Hubiera sido maravilloso que llevara conmigo una cámara: los contrastes que había y la cantidad bárbara de gente que estaba tratando de llegar (y más tarde de salir, porque, claro, mi karma no me iba a dejar evitar el tráfico...) era enorme. Y la imagen más llamativa era la de las familias, con chamacos y todo, hondeando banderas, y sonriendo, llenos de confianza en que 'vamos a ganar'.

viernes, 23 de junio de 2006

SE VENDE: Democracia

AcrópolisEste producto es una marca registrada de los griegos, quienes ya desde la Atenas de Pericles se dedicaron a desarrollarlo en la práctica y en la teoría. A pesar de permanecer por varios siglos sólo en los anales de la historia del Siglo de Pericles, su posterior desarrollo se llevó a cabo en la Europa del Siglo de las Luces, por lo que cuenta con el respaldo de los más grandes pensadores de la modernidad, desde el inglés Locke hasta el francés Montesquieu.

Trece Colonias BritánicasEl verdadero campo de pruebas de este no tan innovador producto se localizó en las Trece Colonias inglesas en América del Norte, en donde sus mentes más avispadas (Madison, Hamilton, Jefferson y otros) aportaron de manera sistematizada la forma final que el producto tomaría. El auto gobierno, la voz del pueblo al fin escuchada y expresada a través del voto libre y personal, un sistema de partidos que representaran los diversos intereses de la sociedad, un sistema de pesos y contra pesos del poder, conocido por sus consumidores como División de Poderes, la libertad de elegir y la preservación de los derechos fundamentales de los seres humanos, son algunas de las características que mantienen a este artículo en la preferencia de la mayoría de los ciudadanos en el mundo.

Westminster PalaceAdemás del sustento teórico que muchos de los hombres y mujeres más brillantes de la historia le han brindado, cualquier cantidad de pruebas se han efectuado a lo largo y ancho del planeta para ofrecer la garantía de que este producto trabaja maravillosamente bajo casi cualquier condición climática y de otro tipo: funciona en sistemas parlamentarios como en el Reino Unido, lo mismo que en presidenciales como Estados Unidos, o sistemas mixtos como en Francia; es apto para estados unitarios como España; para estados federados como Suiza; y también para estados confederados como Canadá; es también recomendado en países de alto índice poblacional como la India, y en aquellos de población francamente escasa como Suecia.

Dream of Peace, UNICEFLa gran ventaja de este artículo de lujo consiste en que todos los ciudadanos son clientes potenciales: es unitalla, es fácil de usar, no requiere más que de una legislación sencilla que lo articule (el ensamblado no es responsabilidad de quien ofrece el producto), no requiere baterías, no encoge si se moja, es portátil (dentro de su territorio nacional), y después de algunas pruebas de laboratorio, hemos logrado que esta obra maestra de la ingeniería política sea unisex y esté lista para el consumo de todo tipo de personas, independientemente de su condición social, física, cultural y económica.


Los beneficios que usted podrá alcanzar con este producto son la paz social, la convivencia armónica de los pueblos, la representación de todos los intereses de toda la sociedad, la resolución pacífica de controversias, la igualdad legal de todos los ciudadanos, y la libertad individual de cada uno de los que conviven dentro de un territorio.

¡Peligro!¡Peligro!

ADVERTENCIA: Este producto no resuelve por sí solo crisis financieras, desempleo, desigualdad social, corrupción, iniquidad en la distribución del ingreso, inseguridad pública e ineficiencia de los servicios y servidores públicos. Sin embargo, su uso como medio para combatir los males anteriormente mencionados, y otros, es altamente recomendado.

viernes, 16 de junio de 2006

Todos Somos Marcos (reloaded)

Me topé con este artículo que fue publicado en la gaceta de la escuela (en aquellos ayeres En Común, hoy un panfletillo bastante malo que se llama Jaque), por ahí de Marzo de 2001. Habla sobre la visita que hizo Marcos al DF; creo que el mensaje central todavía está muy vigente. Ahí les va, desde el baúl de los recuerdos (mejor conocido como El Confre del Demonio, jeje):


Todos somos Marcos
“La verdad es, muchas veces, exactamente
lo contrario de lo que se cree generalmente”
La Bruyère
A la luz de los acontecimientos que a últimas fechas ha desencadenado la marcha zapatista hacia la capital, la reflexión sobre el aquí y el ahora es obligada, y el análisis de los discursos, de las acciones, de quiénes somos, es inevitable. Porque en lo fundamental, en las raíces profundas de todos y cada uno de nosotros, desde los que firmaron por la paz fuera de los centros comerciales, hasta los universitarios y los grupos políticos, todos tenemos en común algo más que un nacionalismo simbólico y vacío que desata pasiones en los partidos de fútbol. Todos, sin excepción, somos Marcos.
“México tiene una deuda con los pueblos indígenas”. La frase, en esencia, ha abandonado los labios de Marcos, de Fox, del Jefe Diego, de Martí Batres, de Enrique Jackson. Todos los actores importantes que se han constituido alrededor del drama zapatista, parecen estar de acuerdo en ello. Coinciden en la profunda marginación y pobreza que ha aquejado a los pueblos indios desde tiempo inmemorial. Están (¿estamos?) de acuerdo en las condiciones injustas, desiguales, inequitativas e ilegales que sufren esas comunidades. Todos, desde mucho antes de que el héroe encapuchado y su fiel Tacho salieran de las montañas del sudeste mexicano, éramos parcialmente consientes de esa situación intolerable. Todos nos podemos ver las caras y reconocer, sin cortapisas y muy indignados, la cruda realidad de dichas comunidades. Pero no por eso cobra sentido la consigna zapatista. Todos somos Marcos, pero no debido a nuestras coincidencias, sino a causa de las profundas diferencias que nos alejan del diálogo y la paz, y por consiguiente, de la democracia, la cual, curiosamente, es también el anhelo de todos.
Sin excepción, las formas en las cuales se expresan los grupos que han tenido alguna suerte de participación en el asunto, denotan una contradicción profunda. Panistas, foxistas, zapatistas, perredistas, todos en absoluto, enarbolan un discurso ensalzado de palabras que suenan muy bonito: tolerancia, inclusión, diversidad. Sí, todo eso y más, pero cada grupo parte de la base de que tolerancia, inclusión y diversidad tienen acepciones acordes a su propio discurso. “Todo sistema doctrinario es excluyente”, sentencia Michel Foucault. Por eso, mientras el discurso zapatista en boca de Marcos el día 21 de Marzo en CU, nos pide “nunca más un México sin nosotros”, igualmente él provoca en sus adeptos los abucheos e insultos a la sola mención de Fox, de Diego, de los priístas, de los empresarios. Por el otro lado, por el lado del gobierno, Fox declara su convicción de solucionar el problema indígena, pero veta una muy trabajada Ley de Desarrollo Rural, sin argumentos suficientemente convincentes.
De parte del PRD, la actitud es abnegada, irreflexiva y electorera, por lanzarse de cabeza a aprobar una Ley COCOPA, sin medir las consecuencias en el largo plazo. Por su lado, los priístas, que más que una posición dentro del espectro del problema, adoptan por boca de Enrique Jackson, la actitud de aprovechar la situación, para hacer sentir su fuerza dentro del juego del poder. La opinión difundida entre las masas es todavía más dramática. Los zapatófilos creen que los llaveros, encendedores, gorras y camisetas alusivas al EZLN, al menos le dan trabajo a alguien; si son relativos a Fox, es pura mercadotecnia neoliberal. Por su parte, los zapatifóbicos estarían encantados de ver a Marcos y sus huestes en el Zócalo, ardiendo en leña verde. Así, todos somos Marcos, porque como Marcos, todos tenemos la verdad absoluta.
La discusión profunda todavía no está en la mesa. Atañe, por un lado, a una Constitución vieja y muy parchada que es sostenida por su palabra de honor y un espíritu liberal; por el otro, a una Ley sobre Derechos y Cultura Indígenas, que contradice el fundamento liberal de aquella, y de todo el Estado mexicano. En el fondo, los presos políticos zapatistas, los indígenas asesinados en pie de lucha, la fehaciente resistencia de las comunidades indias, no han elegido ese camino, el de la lucha y la confrontación, para que Marcos hiciera partícipe al mundo de sus bellos dotes de poeta, ni para que un representante zapatista hiciera uso de la tribuna del Congreso. Y tampoco, la aplastante mayoría que el 2 de Julio votamos en contra del PRI, lo hicimos para continuar viendo a Fox en campaña permanente. De ambos lados, actuamos con la esperanza de un cambio en el fondo, no en la forma de hacer política.
Todos somos Marcos. Somos intransigentes, intolerantes y excluyentes.
Nadia Orozco
Asociación POLITIKA
Presidente

miércoles, 14 de junio de 2006

El Acuerdo

Ayer, ante el presidente del IFE, representates de los partidos contendientes en la justa electoral firmaron un acuerdo para "acatar el resultado de la elección".

Es absurdo. Firmar un pacto de este tipo manda un mensaje muy malo a la sociedad. Nos está diciendo, por ejemplo:

1. Que la actuación del IFE es cuestionable.
2. Que las instituciones, además de caras, son ineficientes, al punto de que es necesario firmar un acuerdo para evitar el desacuerdo.
3. Que los actores políticos no ven la necesidad de someterse a la ley, a menos que estén de acuerdo en que todos lo van a hacer.

El único partido que apeló a la sensatez es Nueva Alianza: en efecto, firmarlo implica admitir que no existen condiciones para un proceso electoral al que, de entrada, todo mundo se apuntó (¡porque ya vamos en la final!).

Recuerdo la elección de 2000 en Estados Unidos y la controversia por Florida. En una entrevista le preguntaron a un Al Gore derrotado en la corte si haría uso de algún recurso legal o de otra estrategia para apelar el resultado de la elección. Lo que dijo Gore fue más o menos esto: No lo voy a hacer, porque según las reglas del juego perdí. No puedes aceptar el juego con sus reglas, y luego tratar de cambiarlas cuando has perdido.

Pueden darle una leída al comunicado de Al Gore del 13 de Diciembre de 2000, para que se den una idea de lo que es un verdadero demócrata.

jueves, 8 de junio de 2006

Política Exterior


La peor de todas las propuestas que escuché en el debate, fue la de volver a los principios tradicionales de política exterior.

Me parece que esa forma de ver las relaciones internacionales es obsoleta: en efecto, como establecieron Campa, Mercado y Calderón, el mundo ha cambiado, y es necesario que cambiemos con él. No puede pensarse en mantener un bajo perfil cuando estamos tan atrasados con respecto a los BRIC, por ejemplo, y estamos desaprovechando nuestra posición geoestratégica en el mundo.

¡Y claro que el TLCAN no ha sido lo más provechoso! Y por supuesto que hay capítulos que deben renegociarse... pero los gringos iban (e irán) a la mesa con la idea de intercambiar migración por energía...

(Y ya sabemos: para el mexicano promedio, la madre, la Virgen de Guadalupe y PEMEX están al nivel de dogma de fe...)

¿Quieren autosuficiencia energética para los próximos 100 años? ¡Perfecto! Que los gringos se queden con PEMEX y se acaben las reservas del mundo en sus 'fast cars'... habría más bien que invertir en investigación de fuentes energéticas alternativas y sustentables...

miércoles, 7 de junio de 2006

La imagen en el debate

La mayoría de los blogeros seguramente se encargará de cuestionar, analizar y criticar el contenido del debate que sostuvieron los presidenciales el día de ayer... así que, a reserva de que pase por ahí más adelante, me dedicaré a hablar de la imagen que los candidatos proyectaron en la pantalla.



Las damas primero

Patricia Mercado de plano no sabe sacarse partido. El corte del saco era el adecuado, y la blusa le favorecía, pero definitivamente la combinación de colores no era la mejor. La gargantilla y aretes opacaban su tono de piel, y junto con las otras prendas la hacían lucir amarilla. Su maquillaje tampoco fue el mejor: le pude ver la mirada sólo a medias un par de veces, amén de que a la mitad ya estaba dando el charolazo (¡¡hay mil trucos para evitarlo en un set de TV!!). Sus movimientos en general eran tiezos y se notaba nerviosa y tartamudeaba demasiado. A veces dudaba en especificar que 'hay cinco candidatos' y hablaba de 'quien resulte electo' como implicando que ella estaba de plano fuera de la jugada. Tache para Alianza Socialdemócrata.

Los Robertos de azul

Madrazo y Campa eligieron la clásica combinación de traje azul marino con corbata azul. El grave error fue que esas corbatas azules en particular no les favorecían nada (les hubieran funcionado intercambiarlas): a Madrazo lo hacía ver muy moreno y a Campa demasiado pálido.
El candidato del PRI-PVEM se veía cansado, harto y fastidiado, y por evitar los ataques quedó al margen del debate: no hizo gala de ingenio y perspicacia, como lo hiciera hace años en el debate de las internas del PRI contra Labastida. Su postura comunicaba hastío y hasta resignación. Si el mensaje era la experiencia, la concordia, la seriedad, debió elegir una combinación distinta (traje gris y corbata vino, por ejemplo).
De Campa, ni hablar: se dió por derrotado desde el principio, se nota que no tiene mucho callo en eso de hablar frente a las cámaras, usaba palabras muy rebuscadas (¡No estaba ante la tribuna del Congreso, c'mon!) y no supo centrar el debate hacia lo que, finalmente, buscaba: el famosísimo 1 de 3.

MALO... ooops, AMLO

El candidato de la Alianza por el Bien de Todos, por dos segundos, me sorprendió: creo que estuvo tres días hablando frente a un espejo con la boca llena de canicas ("The rain in Spain stays mainly in the plain!"), porque de entrada su dicción era muy buena y hasta se entendía todo lo que decía. Pero conforme avanzó el debate, perdió la compostura: se notaba nervioso, a punto de estallar en furia por las provocaciones de Calderón, y en el momento que habló del FOBAPROA con fervor y coraje, de plano perdió el debate. También optó por el traje oscuro, pero llevó una corbata amarilla que no le queda ni al ingeniero Cárdenas. (Es muy mal color en los hombres, sobre todo morenos, porque les hace perder 'brillo' y les oscurece la piel). También su postura comunicaba nerviosismo: se recargaba sobre el podio, ladeaba el cuerpo, no tenía buen contacto con la cámara, bajaba la vista, en fin, comunicaba que no quería estar ahí.

El mejor y menos peor

Sin duda ya sabemos que muchos de los panistas son muy bien vestidos y elegantes (Carlos Medina Placencia por delante). Felipe (¿o su mujer?) sabe vertir: el traje le favorecía mucho, la corbata daba un contraste agradable y favorecedor a su color de piel, el detalle del pin que tenía en la solapa del saco fue un buen acierto porque daba un balance excelente. La actitud fue, ante todo, de ganador: reiteró que él será presidente, que quiere que México gane. Respondió con astucia a los ataques -aunque un poco más de humor no hubiera caído mal-, y atacó con poco recato -y yo hubiera preferido más elegancia en eso-. Su kinestesia fue excelente, usaba bien sus manos para dar el énfasis a su discurso y dejó muy claro quién era el enemigo a vencer.

En conclusión

Habrá a quien le parezca ocioso fijarse en estos pequeños detalles, pero éstos pueden ser la diferencia entre ganar y perder una elección. Si no me creen, valdría la pena ver con detenimiento el debate entre Nixon y Kennedy en 1960, o el de 2000 en México. Curiosamente, en aquél debate los dos punteros también se contrapuntearon (aunque en aquél momento Camacho fue la botana), y también a quien iba delante en las encuestas le fue muy mal, y tuvo la mala fortuna de no cerrar el debate. El resto es historia...

viernes, 2 de junio de 2006

Sin nombre no somos

Ayer, por trabajo más que por gusto, asistí a un par de mesas de discusión, parte de un Coloquio sobre la democracia en América Latina. Lo que escuché, la verdad, no fue más que obviedades; sin embargo, algo llamó mi atención en una de las ponencias: el orador, cuyo nombre dejaré en anonimato para no ventanear a nadie, tenía una melcocha de términos bárbara en su exposición. A veces decía "legitimidad" cuando lo que quería decir era "legalidad"; otras hablaba de "gobernanza" refiriéndola como "gobernabilidad". Una pena.

Para Umberto Eco, "stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus": sin nombre la rosa no existe. El valor de las ciencias sociales radica en que podemos dar nombre a los ángeles y demonios que dominan la realidad política, social, económica e histórica. Como científicos sociales, desde la práctica o la investigación, definimos qué ocurre en nuestras sociedades y damos herramientas de gran valor a aquellos que pueden transformar las realidades. Es decir, de nosotros depende moldear esta realidad en problemáticas; de los tomadores de decisiones depende transformarlos en planes y programas.

Pienso que el no tener claro este rol importantísimo del lenguaje es lo que ha llevado a lo que en alguna discusión dentro de este Coloquio se denominó "malestar con la democracia". Y eso lo apuntó muy bien Ernesto Ottone (foto) de la CEPAL en su ponencia: no hay que confundir democracia con desarrollo, o mercado libre con neoliberalismo.