viernes, 2 de junio de 2006

Sin nombre no somos

Ayer, por trabajo más que por gusto, asistí a un par de mesas de discusión, parte de un Coloquio sobre la democracia en América Latina. Lo que escuché, la verdad, no fue más que obviedades; sin embargo, algo llamó mi atención en una de las ponencias: el orador, cuyo nombre dejaré en anonimato para no ventanear a nadie, tenía una melcocha de términos bárbara en su exposición. A veces decía "legitimidad" cuando lo que quería decir era "legalidad"; otras hablaba de "gobernanza" refiriéndola como "gobernabilidad". Una pena.

Para Umberto Eco, "stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus": sin nombre la rosa no existe. El valor de las ciencias sociales radica en que podemos dar nombre a los ángeles y demonios que dominan la realidad política, social, económica e histórica. Como científicos sociales, desde la práctica o la investigación, definimos qué ocurre en nuestras sociedades y damos herramientas de gran valor a aquellos que pueden transformar las realidades. Es decir, de nosotros depende moldear esta realidad en problemáticas; de los tomadores de decisiones depende transformarlos en planes y programas.

Pienso que el no tener claro este rol importantísimo del lenguaje es lo que ha llevado a lo que en alguna discusión dentro de este Coloquio se denominó "malestar con la democracia". Y eso lo apuntó muy bien Ernesto Ottone (foto) de la CEPAL en su ponencia: no hay que confundir democracia con desarrollo, o mercado libre con neoliberalismo.

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