viernes, 16 de junio de 2006

Todos Somos Marcos (reloaded)

Me topé con este artículo que fue publicado en la gaceta de la escuela (en aquellos ayeres En Común, hoy un panfletillo bastante malo que se llama Jaque), por ahí de Marzo de 2001. Habla sobre la visita que hizo Marcos al DF; creo que el mensaje central todavía está muy vigente. Ahí les va, desde el baúl de los recuerdos (mejor conocido como El Confre del Demonio, jeje):


Todos somos Marcos
“La verdad es, muchas veces, exactamente
lo contrario de lo que se cree generalmente”
La Bruyère
A la luz de los acontecimientos que a últimas fechas ha desencadenado la marcha zapatista hacia la capital, la reflexión sobre el aquí y el ahora es obligada, y el análisis de los discursos, de las acciones, de quiénes somos, es inevitable. Porque en lo fundamental, en las raíces profundas de todos y cada uno de nosotros, desde los que firmaron por la paz fuera de los centros comerciales, hasta los universitarios y los grupos políticos, todos tenemos en común algo más que un nacionalismo simbólico y vacío que desata pasiones en los partidos de fútbol. Todos, sin excepción, somos Marcos.
“México tiene una deuda con los pueblos indígenas”. La frase, en esencia, ha abandonado los labios de Marcos, de Fox, del Jefe Diego, de Martí Batres, de Enrique Jackson. Todos los actores importantes que se han constituido alrededor del drama zapatista, parecen estar de acuerdo en ello. Coinciden en la profunda marginación y pobreza que ha aquejado a los pueblos indios desde tiempo inmemorial. Están (¿estamos?) de acuerdo en las condiciones injustas, desiguales, inequitativas e ilegales que sufren esas comunidades. Todos, desde mucho antes de que el héroe encapuchado y su fiel Tacho salieran de las montañas del sudeste mexicano, éramos parcialmente consientes de esa situación intolerable. Todos nos podemos ver las caras y reconocer, sin cortapisas y muy indignados, la cruda realidad de dichas comunidades. Pero no por eso cobra sentido la consigna zapatista. Todos somos Marcos, pero no debido a nuestras coincidencias, sino a causa de las profundas diferencias que nos alejan del diálogo y la paz, y por consiguiente, de la democracia, la cual, curiosamente, es también el anhelo de todos.
Sin excepción, las formas en las cuales se expresan los grupos que han tenido alguna suerte de participación en el asunto, denotan una contradicción profunda. Panistas, foxistas, zapatistas, perredistas, todos en absoluto, enarbolan un discurso ensalzado de palabras que suenan muy bonito: tolerancia, inclusión, diversidad. Sí, todo eso y más, pero cada grupo parte de la base de que tolerancia, inclusión y diversidad tienen acepciones acordes a su propio discurso. “Todo sistema doctrinario es excluyente”, sentencia Michel Foucault. Por eso, mientras el discurso zapatista en boca de Marcos el día 21 de Marzo en CU, nos pide “nunca más un México sin nosotros”, igualmente él provoca en sus adeptos los abucheos e insultos a la sola mención de Fox, de Diego, de los priístas, de los empresarios. Por el otro lado, por el lado del gobierno, Fox declara su convicción de solucionar el problema indígena, pero veta una muy trabajada Ley de Desarrollo Rural, sin argumentos suficientemente convincentes.
De parte del PRD, la actitud es abnegada, irreflexiva y electorera, por lanzarse de cabeza a aprobar una Ley COCOPA, sin medir las consecuencias en el largo plazo. Por su lado, los priístas, que más que una posición dentro del espectro del problema, adoptan por boca de Enrique Jackson, la actitud de aprovechar la situación, para hacer sentir su fuerza dentro del juego del poder. La opinión difundida entre las masas es todavía más dramática. Los zapatófilos creen que los llaveros, encendedores, gorras y camisetas alusivas al EZLN, al menos le dan trabajo a alguien; si son relativos a Fox, es pura mercadotecnia neoliberal. Por su parte, los zapatifóbicos estarían encantados de ver a Marcos y sus huestes en el Zócalo, ardiendo en leña verde. Así, todos somos Marcos, porque como Marcos, todos tenemos la verdad absoluta.
La discusión profunda todavía no está en la mesa. Atañe, por un lado, a una Constitución vieja y muy parchada que es sostenida por su palabra de honor y un espíritu liberal; por el otro, a una Ley sobre Derechos y Cultura Indígenas, que contradice el fundamento liberal de aquella, y de todo el Estado mexicano. En el fondo, los presos políticos zapatistas, los indígenas asesinados en pie de lucha, la fehaciente resistencia de las comunidades indias, no han elegido ese camino, el de la lucha y la confrontación, para que Marcos hiciera partícipe al mundo de sus bellos dotes de poeta, ni para que un representante zapatista hiciera uso de la tribuna del Congreso. Y tampoco, la aplastante mayoría que el 2 de Julio votamos en contra del PRI, lo hicimos para continuar viendo a Fox en campaña permanente. De ambos lados, actuamos con la esperanza de un cambio en el fondo, no en la forma de hacer política.
Todos somos Marcos. Somos intransigentes, intolerantes y excluyentes.
Nadia Orozco
Asociación POLITIKA
Presidente

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