miércoles, 28 de junio de 2006

¿Qué es una transición?

Muchas son las teorías que, en años recientes, la ciencia política ha intentado articular para explicar los procesos de transición a la democracia en el mundo. Podemos citar a Rustow, pionero en la materia, quien destacó el hecho de que una transición a la democracia se da en la arena de lo político, por lo que los actores políticos juegan el rol fundamental en las negociaciones, las cuales siempre están enfocadas a esa arena, en cuanto a normas e instituciones jurídicas que regulen procesos electorales y definan las reglas del juego democrático.
Por su parte, Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter aportaron una definición que en lo general nos dice que una transición está delimitada por el inicio de un proceso de disolución, y por el establecimiento de otro régimen distinto. Además, indicaron que en los procesos de transición, las reglas del juego no están definidas, y todo el proceso gira en torno a la manera en la cual se van a definir los procedimientos y las reglas del juego político, los cuales son el fondo del asunto en una transición. Asimismo, indican que el deber de los líderes es convencer a la población de las ventajas de los valores y la vida democráticos, poniendo en perspectiva el hecho de que no son necesariamente la medicina milagrosa para problemas tales como el crecimiento económico.
Estos dos autores también indican que la mayoría de los procesos de transición van precedidos por un periodo de liberalización, en el que se extienden las libertades civiles dentro del régimen autoritario; mientras tanto, el reconocimiento de los logros políticos de la oposición y el establecimiento de un marco legal que permita llevar a cabo prácticas democráticas, caracterizan el periodo de democratización. Por otra parte, la consolidación de la democracia es el fin de un periodo de incertidumbre, porque las reglas del juego ya son claras. En una democracia consolidada, ninguna de las fuerzas o actores políticos considera que hay otra alternativa distinta de la democracia para llegar al poder.
Los enfoques tradicionales en la literatura de consolidación democrática, hacen énfasis en las instituciones reconocidas como democráticas, pero en ningún caso reflexionan acerca de las instituciones informales, cuyas prácticas están bien difundidas entre los países de América Latina, y las cuales, por su raíz histórica, se encuentran bien institucionalizadas. Un ejemplo de esto es el particularismo: la tendencia a borrar los límites entre las esferas pública y privada, lo cual puede dar lugar a prácticas como el nepotismo.
O’Donnell es quien ahonda más en el asunto de que, aunque en América Latina las instituciones existen, a veces no están dotadas de poder, por lo que se debilita la autoridad legal y se crean espacios propicios para la corrupción. Aunados al particularismo, estos dos problemas generan la tentación de regresar a prácticas autoritarias, o de favorecer a una elite o grupo.
Finalmente, O’Donnell nos dice que el ideal sería que las democracias nuevas se construyeran sobre la base de las instituciones y prácticas formales, y que la preocupación fundamental que debe centrar la atención de los estudiosos en el tema, es la cultura política de los pueblos, que carece, en muchos casos, de los referentes necesarios para institucionalizar la democracia.

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