Vergüenza

vergüenza.
	(Del lat. verecundĭa).
	1. f. Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena. Diccionario de la RAE.

Ayer, después de mi infortunada experiencia en cierta dependencia pública, salí corriendo a sacar mi auto de un estacionamiento público. (No pude dejarlo en el estacionamiento de la dependencia, porque al poli 'no le mandaron el oficio correspondiente' y entonces no me podía dejar pasar'. Las calles aledañas, de sobra está decir, no tenían ni media banqueta libre para estacionar un carrito de helados...)

Estaba muy angustiada porque llevaba nada más que 20 pesos, ya que ese día no tenía contemplado gastar en nada más que un café y tal vez alguna cosa para distraer el hambre de media mañana.

Cuando sacaba mi auto, me dijo el encargado "Son 32 pesos". Revolví mi bolsa, los ceniceros del auto, los tapetes, los asientos, y cuanto escondrijo podría contener alguna moneda, y no junté más que 26 pesos. "Es que no traigo más", le dije poniendo cara de perro abandonado.

"¡Ay, güerita, me van a hacer pagarlo a mí, no invente!", me contestó; tras ver mi cara de auténtica angustia, agregó: "Bueno, ya váyase".

"Le juro que se lo voy a pagar", le dije al salir. Me lanzó una mirada incrédula que me hizo sentir político en campaña, o aún peor, lidereza del FPFV, y me dijo "Sí, como no".

La verdad, me sentí pésimo. Casi al borde del llanto. (Mentira: lloré como Magdalena). Lo que más valoro de la gente es su confianza, y cuando alguien duda de mi palabra me siento agredida, entristecida, avergonzada... vaya, poco menos que basura.

Esta mañana, antes de llegar a la oficina, pasé al mentado estacionamiento a pagarle al en cargado. Se sorprendió de verme: eran seis pesos empeñados a la palabra.

Tal vez no va a entender que el gesto no es la buena onda: para mí era una cuestión de congruencia, de confianza y hasta de honor.

Por supuesto, ahora me siento mucho mejor.