martes, 18 de julio de 2006

Medio Oriente

Mientras el conflicto en Medio Oriente escala, y la fuerza de Israel se ha desatado en contra de Líbano (y, si Donald Rumsfeld paró a los santos de cabeza, también a Siria y a Irán), el G-8 almorzaba tranquilamente... tan tranquilamente como pudo, hasta que Tony Blair descubrió que el buen Bush Jr. tenía abierto el micro mientras ordenaba coca de dieta, agradecía un sueter que el premier británico le obsequió, y básicamente establecía la postura oficial de Estados Unidos frente al conflicto: Siria debería dejar de apoyar a Hezbolá para que el conflicto termine...

(las palabras de Bush, harto más pintorescas que las mías, las dejo aquí...)


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El conflicto ahora parece dar un pretexto a los arquitectos de la guerra contra el terror para continuar la invasión y recolonización sistemática del Medio Oriente, y la postura de Estados Unidos se explica desde la retórica de la democracia y la injustificada acción de los grupos terroristas en la región. Después de casi tres semanas de bombardeos, el primer ministro de Israel insiste en que no cesará el fuego hasta que Hezbolá devuelva a los dos soldados capturados, aunque resulta inverosímil verlos como más que un pretexto para dar rienda suelta a años de frustración frente a un conflicto de baja intensidad que no justificó nunca, ni entonces ni ahora, el uso desmedido de la fuerza contra los vecinos de Israel, una fuerza que, además, equivale a matar una mosca con una .45.
Lo más triste es que ni una fuerza conjuta de la UN y la UE, ni el apoyo descarado u oculto de Estados Unidos a uno de los dos bandos, va a traer la paz a Medio Oriente, porque la guerra empezó en la cabeza de la gente hace más de 50 años, se ha vuelto el pan de cada día, y es ahora el cristal con el que árabes e israelíes entienden el mundo.

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