miércoles, 30 de agosto de 2006

Enfrentamiento civil y la crisis poselectoral


La contienda electoral del pasado 2 del julio tuvo un saldo por lo menos preocupante y un impacto fulminante sobre la sociedad mexicana. No me refiero al triunfo en las urnas de Calderón ni a la voluntad que lo eligió como presidente de la república. Hablo del fenómeno ideológico que destapó la pasada jornada electoral.
Ciro Gómez Leyva, en su columna del Milenio Diario del pasado viernes 25 de agosto, habla de los correos electrónicos recibidos por él y sus colegas, enviados por simpatizantes de ambos bandos, y del odio y frustración reflejados por éstos. Ciro Gómez, dice que ante tales expresiones lo único que les queda a los periodistas es informar con objetividad. Sin embargo, la pregunta es: ¿hasta qué punto llegará dicho odio y frustración?
En su columna del 29 de Agosto, titulada “Fraude o engaño” en el mismo diario, Ciro habla de una encuesta realizada por GEA/ISA, arrojando cifras que son, de menos, deprimentes. Por un lado, uno de cada tres encuestados apoya la represión del movimiento perredista que hoy toma su forma más viva en el plantón en el corredor Reforma-centro. Por otro lado, uno de cada tres entrevistados que habitan el Distrito Federal apoya el bloqueo encabezado por López Obrador. Finalmente, y aun más alarmante, un 16 por ciento estaría dispuesto a tomar bancos, empresas y carreteras.
Las campañas electorales, el mismo 2 de julio, la crisis postelectoral y las cifras presentadas me llevan a la siguiente observación: durante las campañas políticas se dio un enfrentamiento ideológico y de ideas, de dos proyectos de nación claros y contrastantes. Uno, el de realizar las reformas necesarias para que México crezca y ocupe el lugar que le corresponde como líder en América Latina. El otro, declaró una negativa a dichas reformas y planteó distribuir la riqueza entre los que menos tienen sin dar mayor importancia a los indicadores macroeconómicos. Uno que dijo “no a los machetes” y el total apego al estado derecho. El otro que abogó por “la negociación” para la salida a los conflictos políticos. Uno que apoya la individualidad de los mexicanos que conforman el mosaico del estado nación. El otro que se declara la encarnación de la voluntad de la masa. Uno que cree en los mexicanos valientes, emprendedores, con deseo de mejorar su condición. El otro que fortaleció la idea de que había pobres por que había ricos.
La contienda terminó, el saldo: división entre los mexicanos. López Obrador anunció el comienzo de su “resistencia civil pacífica” y la creación de “unos” y “otros” se dio como algo inevitable. Periodistas, analistas, y personas de izquierda han dicho que el movimiento iniciado por la Colación por le bien de todos es pacífica y que no violenta la ley. Sin embargo, yo no comparto esta afirmación; al contrario, hay claramente en este momento un enfrentamiento civil, aunque no armado.
El enfrentamiento es civil pues ya no es en las urnas y mucho menos se da únicamente entre los partidos y los candidatos. Se da en las calles y entre los ciudadanos. Esto se puede ver cuando después del 2 de julio muchos panistas de la Ciudad de México removieron de sus automóviles las calcomanías de apoyo a Calderón por “miedo” a lo que los perredistas pudieran hacer, y los que no lo hicieron han pagado las consecuencias, desde una marca sobre la pintura hasta piedras sobre el toldo. Del otro lado, la animadversión se hizo igualmente clara y que remarca la sección Trascendió de Milenio: las rechiflas sufridas por Encinas cuando inauguró un restaurante; por Camacho Solís cuando fue a comer tacos al Farolito de Lomas de Chapultepec, al grado que abandonó el lugar; por Fernández Noroña cuando fue a un restaurante y también abandonó dicho establecimiento. La peor de todas las agresiones y violaciones a la ley: el platón en el corredor Reforma-Centro.
El enfrentamiento civil es claro cuando los mexicanos dejan de ver a sus compatriotas como parte de un mismo sistema, cuando dejan de ser sujetos a los que hay que respetar y se convierten en el enemigo a vencer. Cuando tenemos miedo de los otros y somos capaces de ubicarnos como amigo o enemigo. Cuando unos piden represión sin importar las consecuencias y otros apoyan bloqueos, la toma de empresas y bancos, sin importarles quien pierda su trabajo, o las dificultades que les crean a sus conciudadanos para llevar su vida diaria. Cuando existe en la sociedad civil la percepción de un pueblo bueno y uno malo.
Es evidente que la sociedad está enfrentada y que el encono entre las partes aumenta. Se debe de encontrar una manera de neutralizar estos sentimientos al menos al grado en que los ciudadanos puedan convivir entre sí sin importar por quien votaron el 2 de julio. Sin embargo, ambas partes necesitan hacer lo que les corresponde para lograrlo. Me es evidente que Felipe Calderón llamará a la unidad de los mexicanos, pues tendrá el deber máximo de gobernar. ¿Qué hará López Obrador: instigar al enfrentamiento entre el “pueblo bueno” y las “fuerzas oscuras, siniestras y corruptoras” o coadyuvar en la construcción de una democracia sólida para México? Desgraciadamente ya sé la respuesta... y espero que el enfrentamiento civil no llegue hasta donde él quiere.

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